Saludo conmemorando “El Día del Trabajador” dedicado a todos los funcionarios de nuestra comunidad María Educa.

El Día Internacional de los Trabajadores se celebra el primero de mayo, para conmemorar a nivel mundial al movimiento obrero y la fuerza laboral, como movimiento reivindicativo de diferentes causas relacionadas con el trabajo.

Hace poco más de cien años, las fábricas eran centros de trabajo en los cuales trabajaban por igual hombres, mujeres, ancianos y niños, con jornadas de más de 12 horas diarias. Esta extenuante jornada laboral no daba opción a las personas de recuperarse, descansar ni disfrutar de tiempo de ocio.

Mucho tuvieron que luchar los trabajadores durante años para conseguir establecer la jornada laboral de ocho horas, incluso a costa de sus propias vidas. Actualmente, el Día de los Trabajadores se ha convertido en una efeméride festiva, pero no hay que olvidar que esta fecha rinde homenaje a aquellos que lucharon por una vida digna para todos los trabajadores y trabajadoras del mundo.

Desde el pensamiento de la Iglesia católica el trabajo ha sido considerado como servicio y medio de santificación. El camino de santificación del cristiano pasa por el trabajo, por la gestión justa de las realidades temporales. Con el paso del tiempo se fue olvidando ese fin sobrenatural del trabajo, considerándolo como un castigo que hay que tratar de eludir. Se ha llegado a afirmar que en la tierra estamos para gozar, y que el trabajo es una condena que hay que evitar si es posible. Está en el ambiente que buena vida equivale a no trabajar. Y que lo más inteligente es hacerse pronto rico para dejar de trabajar lo antes posible. Hemos oído muchas veces calificar de bueno un trabajo porque en él se cobra y no hay que hacer casi nada. Y no faltan quienes confunden el “Estado del bienestar” con el “vivir del cuento”.

Este no es el concepto católico del trabajo. El trabajo es un servicio que se dona. Por él nos realizamos como personas. La mayor satisfacción es la que proporciona un trabajo bien hecho. Cuando las cosas se hacen bien son bellas, ennoblecen al que las hace y a la sociedad que las disfruta.

Sobre esta labor tan importante el Padre Kentenich reflexiona sobre el trabajo como la participación del hombre en la actividad creadora de Dios. De esta manera, el trabajo se convierte en una fuente de felicidad; A través suyo, el hombre realiza el encargo de Dios de ser fecundos y de colaborar con la naturaleza para tener vida en abundancia.

El trabajo debiera ser el medio común de sustentación de los hombres, un servicio a la sociedad, una forma de realización personal y un camino a la santidad.

A partir de esta reseña y pensamientos del padre Kentenich sobre el Día del Trabajo, saludamos a toda nuestra Comunidad Educativa en este día, invitándolos a reflexionar sobre nuestra labor diaria considerando las palabras del papa Juan Pablo II, quien nos dice:

“El trabajo más importante no es el de la transformación del mundo, sino el de la transformación de nosotros mismos”

“El buen Dios da y regala toda la riqueza de sus dones y gracias a aquellas criaturas que se comportan con Docilidad y Humildad ”    –  Padre José Kentenich